El argumento y la trama son el vehículo que dan corporeidad al sentido del relato, sin el cual, todo lo demás sería un amasijo de palabrería. Con la herramienta del storytelling lo que se comunica seduce porque el mensaje va adquiriendo significación. El mensaje es el fin que prevalece desde la construcción del relato y se mantiene latente hasta el final, aumentando su poder seductor.
Olga Mesa Jorge, asesora editorial. CulturaliaS
Ayer me encontré con una antigua compañera del colegio a la que hacía más de veinte años que no había vuelto a ver. Desde que nos saludamos, cordialmente, volví a sentir la misma antipatía por ella que cuando éramos niñas. Procuré que el encuentro fuera breve, sobre todo por el temor a que descubriera ese rechazo tan antiguo que ni yo misma comprendí. No hasta un buen rato después.
Luego, el recuerdo me dio la respuesta. Aquella niña había sido hasta la adolescencia, momento en el que nos perdimos la pista, una persona quejica, que lloriqueaba por todo. Era un poco mayor que las demás porque había repetido curso y esa pequeña diferencia de edad, a los trece años, resultaba muy evidente. Por eso, que una chica mayor gimoteara frente a la monja que nos daba clase, como si fuera un bebé que no quiere asumir su culpa, sin importarle su orgullo, después de que la pillaran toqueteando las cajas en las que se almacenaba el material del aula, a conciencia de que estaba prohibido, me produjo un rechazo hacia ella que he comprobado que sigue vigente.
Con la narración es posible conectar de forma natural la historia propia, el conflicto vital y los datos más técnicos de nuestra formación, y explicarlo todo con la misma naturalidad con la que vamos resolviendo cada situación. Al final, logramos contar una historia que habla de nosotros pero que implica al oyente, o al lector, y le hace reflexionar.
Salvando las enormes distancias, Antonio Núñez dice en su libro «¡Será mejor que lo cuentes!», que «narrar es más persuasivo que argumentar o razonar». De nada le hubiera servido a Sherezade para salvar su vida, las súplicas o los lamentos ante el rey Shariar, pero sí le resultó eficaz el contarle historias y relatos impactantes. De nada le sirvió a esta alumna mostrarse lastimera para ser perdonada por sus flagrantes travesuras, y tal vez tampoco se hubiera librado del castigo que le impuso la monja, si en vez de suplicar compasión hubiera aprovechado el conflicto para mostrar serenidad y valentía ante el castigo. Pero creo que asumir la culpa con determinación, tal vez sí le habría dado sentido a su relato. Hubiera dejado en otra posición a su personalidad, a sus actos, a la imagen que estaba proyectando ante sus compañeras, sin entrar a valorar si esos actos merecían castigo o no, porque eso ya no sería relevante. Habría conseguido cambiar una imagen infantil y torpe por la de una joven que podría esconder, tras su rebeldía, el relato de su vida. Sin necesidad de buscarlo o pedirlo, habría logrado la camaradería y el respeto de sus compañeras de clase y esos sentimientos también perduran en el tiempo, como un buen relato. Utilizar el conflicto para elaborar el relato con verosimilitud deja huella en quienes son partícipes de esa narración.
Utilizar el conflicto para tejer el relato con verosimilitud, deja huella en quienes son partícipes de la narración.
Steve Jobs, el fundador de Apple, detalló en su célebre discurso ante los graduados de la Universidad de Stanford, momentos muy difíciles de su vida, pero con ello no pretendía obtener compasión de sus oyentes, sino transmitir la verdad a la que había llegado tras comprender que toda esa experiencia fue la consecuencia de perseguir sus ilusiones, algo que daba sentido a su vida. Esa idea del «sentido del relato», de la que habla Núñez, y que no debe imponerse a los oyentes, sino que a través de los acontecimientos y la relación entre ellos, pueda extraerse, es algo que me parece esencial tener claro desde el primer momento, pero también considero que es la parte más difícil de definir. El argumento y la trama son el vehículo que dan corporeidad al sentido, sin el cual, todo lo demás sería un amasijo de palabrería. Con la herramienta del storytelling lo que se comunica seduce porque el mensaje va adquiriendo significación. El mensaje prevalece desde la construcción del relato, y se mantiene latente hasta el final, aumentando su poder seductor.
Tras escuchar una fantástica conferencia del director de cine Andrew Stanton, en la que despliega su habilidad narrativa y su conocimiento de las técnicas del Storytelling, saqué en conclusión que con la narración es posible conectar de forma natural la historia propia, el conflicto vital y los datos más técnicos de nuestra formación, y explicarlo todo con la misma naturalidad con la que vamos resolviendo cada situación. Al final, logramos contar una historia que habla de nosotros pero que implica al oyente o al lector y le hace reflexionar.
«La narración es (…) saber que todo lo que uno dice, desde la primera a la última frase, conduce a una meta y, a ser posible, confirma alguna verdad que profundiza nuestra comprensión de lo que somos como humanos», dice Stanton. Él no solo comunica quién es, sino que comparte su conocimiento y lo transmite a quienes le escuchan. Dice que es mejor crear a partir de lo que uno sabe, y que aunque eso no siempre signifique lograr un argumento, sí se captura la verdad de nuestra experiencia, lo que permite transmitir y expresar nuestros valores.
Así entiendo yo también el Storytelling y así lo practico.