El momento de la corrección es crucial para una obra. Muchas veces, el autor es incapaz de modificar o quitar palabras que le suenan bien pero que no dicen nada y es el técnico quien le aconseja.
Lo peor de no corregir tus mensajes es que tu prestigio puede quedar a la altura del betún. A veces, metemos la pata hasta el fondo por nuestra forma incorrecta de expresarnos por escrito (lo que es un indicativo de que tampoco tenemos habilidad para expresarnos de forma oral), y encima, no somos ni conscientes.
Olga Mesa Jorge, asesora editorial. CulturaliaS
El cuidado en la forma estilística del texto, es decir, la atención que ponemos en lo escrito para perfeccionarlo, para depurar cada fragmento y desarrollar la idea de manera que despierte la emoción del lector, es tan importante en el proceso de corrección textual, que si obviamos ese paso (lo que ocurre por desconocimiento), nos exponemos al desprecio de los lectores, al olvido de la obra o al desinterés por ella, y lo que puede ser peor, a la burla. Esto nos marcará como escritores para siempre.
Los escritores no tienen que ser expertos en edición ni corrección textual, ni los asesores editoriales tenemos que ser escritores. Cada uno tiene su cometido. Se complementan como un tándem, se necesitan, pero son independientes.
El momento de la corrección es crucial para una obra. Muchas veces, el autor es incapaz de modificar o quitar palabras que le suenan bien pero que no dicen nada y es el técnico quien le aconseja.
Encontrar el orden y atenerse al juicio de la sintaxis a la hora de pulir una obra es una labor que para realizarse bien necesita distanciarse del contenido. El corrector editorial resuelve los aspectos que entorpecen la comprensión y atiende sobre todo a la disciplina del lenguaje. Para el autor no resulta fácil liberarse del apego que siente hacia su creación, pero para el técnico, lo importante es hacer un buen trabajo y que su cliente se sienta satisfecho.
Por supuesto, sobre cualquier modificación que se vaya a realizar sobre la obra, la última palabra la tendrá el autor, pero su decisión entonces será consciente y no pecará de desconocimiento o desinterés.