Comunicar no es persuadir. Para que el mensaje despierte nuestra emoción deberá cuidar lo que dice y cómo lo dice, pero sobre todo, su éxito dependerá de lo que aporte a nuestras vidas. Eso es storytelling en estado puro.
El discurso del líder emociona porque está cargado de una verdad coherente y comprensible. Esa emoción le da legitimidad para ocupar el puesto de héroe... o de caudillo.
Olga Mesa Jorge, asesora editorial. CulturaliaS
Con lo difícil que resulta captar la atención hacia nuestro mensaje, ¿cómo es posible que algunos lo consigan y además sean capaces de tocar el pensamiento crítico de sus lectores o auditorio? ¿Cómo logran movilizarnos para que reflexionemos y nos interesemos por lo que cuentan?
El comunicador tiene a su disposición un sin fin de herramientas que utilizará según sea el objetivo propuesto y el público al que se dirige, pero si algo tiene presente es que nadie va a entregarle su tiempo a cambio de nada. Tendrá que pagarnos el precio que cuesta nuestra atención. En una sociedad como la nuestra, saturada de información a todas horas y por tantos canales diferentes, no queda otro remedio que invertir el tiempo en apuestas seguras o de bajo riesgo. Por eso, si es importante que el contenido del mensaje sea coherente con el objetivo para el que fue creado, tan importante es la forma de transmitirlo, el modo en que conecta con nuestros intereses, y sobre todo, que responda a la pregunta de para qué necesitamos los lectores o el público escucharlo. Que el mensaje despierte nuestra emoción depende de lo que se dice y de cómo se dice, pero sobre todo, de lo que aporta a nuestras vidas.
Como oyente, si lo que me tienen que contar se articula de una forma similar a la que se ha articulado mi conocimiento de las cosas, reconoceré en esa estructura narrativa sagrada la forma en la que se aprende a reconocer el mundo. Si la historia se repite no importa, mientras se desarrolle en un nuevo contexto y a través de una nueva mirada. Será útil siempre que enriquezca mi visión íntima de lo que me rodea.
Si algo tiene presente el comunicador es que nadie va a entregarle su tiempo a cambio de nada.
LA COHERENCIA DEL LÍDER
Hay personas que trabajan mucho durante años, se forman en centros de élite en los que dejan sus ahorros, luchan por conseguir un puesto en una empresa importante que les permita ganar la experiencia necesaria parar llegar a ser dirigentes y luego, después de un largo y considerable proceso, escriben un libro que trata sobre cómo alcanzar el éxito en siete días.
Hay otras personas que nunca soñaron con ser líderes. No imaginaron que un día serían reconocidos por su lucha y sacrificio personal a favor de un colectivo en desamparo, o de un pueblo cuyos derechos serían violados. No creyeron que podrían influir en la moral de los demás ni modificar su pensamiento. No se levantaron una mañana con el deseo de abanderar con su discurso el sentimiento de miles de ciudadanos, y entre sus metas es probable que no estuviera la de convertirse en representantes de una Causa que moviera los pilares del poder.
Sin embargo, su convencimiento ideológico ha sido el mejor aval de su discurso. Estas personas se han convertido en referentes de dignidad para miles de ciudadanos de distintas culturas, idiomas y épocas. Diferencias que no han supuesto un inconveniente para la transmisión y el calado de su relato vital, porque lo que despiertan estos líderes en la conciencia colectiva es algo tan básico e inherente a la psicología humana como la emoción.
El discurso del líder emociona porque está cargado de una verdad coherente y comprensible. La emoción que despierta en nuestra conciencia es útil, y eso lo legitima como héroe. Pero, «un gran poder conlleva una gran responsabilidad» y a veces el líder se convierte en caudillo.
Su relato es su propia vida, pero el conflicto que presentan es universal: la lucha por la justicia y por la libertad.
Su discurso emociona porque está cargado de una verdad comprensible que da sentido a la existencia. Su relato es su propia vida, pero el conflicto que presentan es universal: la lucha por la justicia y por la libertad. Puede que sin ellos no hubiésemos prestado atención al objetivo de su lucha, pero los valores primigenios que los llevan a ella nos emocionan porque también son nuestros. De alguna forma todos luchamos cada día contra las pequeñas injusticias que nos afectan, y todos aspiramos a ser más libres. Es por eso que su relato atrapa la atención desde un primer momento, conecta con los demás de manera casi espontánea. Sus vidas no eran previsibles, tampoco se prepararon para ello, es por eso que su discurso resulta natural, porque surge del convencimiento y la experiencia en primera persona. Podríamos haber sido nosotros los personajes principales de esa historia o de una similar, o tal vez ¡aún estemos a tiempo de serlo! Esa es una parte importante del simbolismo que transmite su mensaje. Nos invita a participar de la nobleza de esa lucha común. Las personas, por lo general, tendemos a defender aquellos valores que nos identifican como colectivo.
LA FORTALEZA DEL RELATO CLARO Y SENCILLO
Aunque Martin Luther King luchara toda su vida, hasta que fuera asesinado por ello, contra el racismo en EE.UU., en realidad, su discurso sigue siendo válido para protestar ante la injusticia y defender los valores de la paz y del entendimiento fraternal en cualquier lugar del mundo. Su discurso no utilizó solo material narrativo, también su forma de vivir ejemplificó lo que decía.
Nelson Mandela fue tachado de terrorista por enfrentarse al orden establecido, injusto y tirano. Su relato se construyó con los hechos de su vida, y a pesar de los intentos por desacreditarle, la autenticidad de su mensaje ha superado todos los obstáculos. No solo sigue vigente sino que es utilizado por otros para acreditar su propio mensaje.
Aminetu Haidar se sentó en el suelo del aeropuerto de Lanzarote y no volvió a levantarse ni a comer durante más de un mes. Cuando decidió que ya podía terminar con su protesta fue porque había logrado el objetivo de regresar a su casa. La silenciosa silueta de aquella mujer saharaui de mediana edad, debilitada por las muchas huelgas de hambre sufridas en el pasado, y por los durísimos años de cárcel, permaneció firme ante la injusticia que el gobierno marroquí, en connivencia con el español, habían urdido para no dejarla entrar en su país.
Lo que hace creíble a estos líderes, más que la ideología que puedan defender, es la coherencia de su mensaje, que bebe de los principios éticos de los que se nutren todas las sociedades.
Acababa de regresar de un viaje desde EE.UU. en donde había sido distinguida con un importante premio a su labor como defensora de los derechos humanos. Su única intención era regresar a su casa con su familia, pero al llegar al aeropuerto del Aaiun (Sáhara Occidental), la policía militar le preguntó por su nacionalidad. Al insistir en su condición y nacionalidad de saharaui fue expulsada sin documentación alguna, introducida en un avión de bandera española, sin papeles ni teléfono, y sin saber el lugar de destino.
Desde que comenzara su reivindicación rechazó enormes sumas de dinero, rechazó la nacionalidad española que le concedía el ministro español en aquel momento, Miguel Ángel Moratinos, de forma automática si cejaba en su empeño Rechazó suculentas promesas, regalos, una pensión vitalicia… rechazó todos los acuerdos que le ofreció un gobierno y otro si tan solo se retractaba de su argumento. Pero no lo hizo. Se mantuvo, día y noche, sentada en un rincón del aeropuerto, al que la habían expulsado, con la íntegra convicción de estar luchando por sus derechos.
Pocas semanas después, Aminetu ya no dormía sola. Cientos de personas de muchos rincones del mundo, incluida una delegación de la Fundación Robert F. Kennedy, la arropaban. Escritores como el premio Nobel José Saramago, periodistas de todo el mundo, políticos de todos los partidos y países… Aquella mujer debilucha que apenas hablaba, pero que regalaba una dulce sonrisa a todo el que se acercaba a saludarla, mantuvo su relato de dignidad sin fracturas, y con él rescató la esencia de nuestra propia dignidad como seres humanos.
La fuerza de su relato contrasta con la sencillez del mismo, pero coincide con el personaje en ambos aspectos, en su sencillez y en su fuerza. El discurso de Haidar es coherente porque sus actos y sus palabras reflejan con claridad el mensaje. Lo que hace creíble a estos líderes, más que la ideología que puedan defender, es la coherencia de su mensaje, que bebe de los principios éticos de los que se nutren todas las sociedades. El discurso que lanzan a su auditorio no tiene fracturas y lo demuestran con actos que expresan la misma cohesión.
EL RELATO SECRETO DEL ARQUETIPO
En su libro ¡Será mejor que lo cuentes!, Antonio Núñez dice que «el arquetipo es una estructura mucho más rica y profunda, con múltiples capas de lectura», por eso dispone de capacidad para emocionarnos y logra que evoquemos una imagen concreta en nuestra mente.
La literatura, a lo largo de su historia, ha forjado diferentes arquetipos que se han establecidos como universales, y que revelan información sobre el pensamiento humano de cada época, pero si analizamos la esencia de muchos de ellos, sus modelos ya existían en la mitología de las antiguas civilizaciones, en la cultura religiosa y en el patrón mental colectivo de los pueblos de cultura oral. El hecho es que perviven en nuestro subconsciente, tanto el personaje como el relato y los valores que proclaman. Por eso no resulta difícil identificarlos aunque su discurso trate cuestiones desconocidas para nosotros, o pertenezca a otras épocas. Los valores que comunican y la leyenda que les da soporte, reflejan lo positivo o negativo de nuestra propia sociedad o de aquella a la que aspiramos.
Uno de los principales arquetipos universales es el del héroe. El mitólogo y antropólogo Joseph Campbell dice que un héroe es alguien que ha dado su vida por algo más grande que él mismo. Los héroes para nuestra sociedad actual podrían ser aquellos que, con verdadera convicción, luchan toda la vida por sus ideales de forma incansable y con una moral inquebrantable que les hace soportar y superar todo tipo de inconvenientes. Lo hacen solos, no esperan la misma entrega de nadie, aunque de su discurso se desprenda cierta necesidad de comprensión y compromiso de la sociedad, a quien entrega los frutos de su sacrificio. Sus acciones son las que confeccionan su relato, identificable con los patrones asignados al prototipo del héroe, y sus hazañas son valoradas porque no esperan la recompensa personal. «El bien que trae restaura al mundo», J. Campbell.
BIBLIOGRAFÍA
– Núñez, A. ¡Será mejor que lo cuentes! Empresa activa. Barcelona, 2007.
– Salmon, C. Storytelling. La máquina de fabricar historias (…). Península. Barcelona, 2016.
– Sanders, R. Leyendas y arquetipos del romanticismo español. Portland State University Library. Oregon, 2016.