«¡Quería ganar el Premio Planeta!»
Olga Mesa Jorge, asesora editorial. CulturaliaS
RAFAEL YANES MESA/ Escritor, doctor en periodismo, profesor universitario y político activo, es autor de dos novelas: Chacayca, y La tierra que vive desnuda, además de algunos relatos, y ensayos de investigación periodística. Después de más de treinta años de vida política, en los que ha ejercido como alcalde de su ciudad y presidente del PSOE de Tenerife, en la actualidad, ocupa el cargo de viceconsejero de Empleo del Gobierno de Canarias.
¿Qué le ocurre a Rafael Yanes Mesa, un hombre dedicado a la política canaria toda su vida, para que un día comience a escribir ficción?
Escribir lo he hecho siempre. En Chacayca, mi primera novela, aparece un poema que escribí a los 17 años y que da voz al testimonio de una joven madre que se quita la vida.
¿Suponía un reto presentarse al Premio Planeta?
Quedar entre los diez candidatos elegidos para optar al Premio Planeta del 2010, me hizo ver que también podía publicar. Cuando era un joven estudiante rompía casi todo lo que escribía, por temor a que alguien pudiera leerlo.
¿Por qué quería ganar ese premio?
Por esos años leí la novela Condenados a vivir, de José María Gironella, ganador del Planeta en el 71 y fue a partir de esa lectura cuando empecé a albergar el oculto deseo de transmitir a otros lectores lo mismo que yo había sentido, ¡quería ganar el Planeta! Cuando me llaman para decirme que mi novela había sido seleccionada, entre casi quinientas, siento que mi deseo puede hacerse realidad.
El término «mago» es despectivo y lo decimos con gracia cuando nos referimos a él con la distancia de no serlo nosotros. No ha sido nunca valorado porque solo se le ha ubicado en el terreno de las costumbres arcaicas y en el de las supersticiones, un tanto sumiso ante el poder de la injusticia. Esa consideración es parcial y no ahonda en la realidad que vivieron nuestros antepasados.
¿Lo más importante es el argumento?
El argumento elegido quizá no es tan importante. Estoy convencido de que ese «enamoramiento» que experimenté con la lectura, no lo logra transmitir un escritor si no es aplicando su propio estilo, a través de un intenso trabajo buscando calidad literaria.
Se ha dicho que tras la publicación de su segunda novela, La tierra que vive desnuda, ya se «consagra como un escritor apasionado del Realismo mágico». ¿Cree que ese es el estilo que caracteriza sus novelas?
Sin duda. Cuando leo mis novelas descubro que se mezclan pasajes surrealistas con el estilo literario del realismo mágico. Estoy convencido de que ese espacio es donde el escritor puede crecer y dar rienda suelta a su creatividad: Imaginar escenas y pasajes tan fantásticos, para luego presentarlos con la naturalidad de lo real, es un ejercicio complejo que ayuda al escritor a alcanzar su mayor dimensión.
Sus personajes se mueven por espacios casi oníricos y resuelven las situaciones de forma singular. ¿Cree que la sociedad canaria actual se enfrenta de la misma manera al mundo?
La literatura debe nacer con vocación universal, pero el hecho de que se encuentre enraizada en una cultura determinada no es contradictorio. Yo trato de hablar del campesino canario desde el espacio que lo identifica, desde su soledad, su tragedia y su original modo de ver la vida. Desde esa perspectiva, creo que la sociedad canaria conserva su singularidad.
En su primera novela ya habla de la figura del cacique y profundiza en el tipo de sociedad en la que se mueven estos personajes…
En el caso de Chacayca, la injusticia que se describe tiene un componente que la hace universal, el caciquismo es universal y la figura del cacique se puede encontrar en cualquier parte, porque los abusos que cometen estos personajes se han repetido a lo largo de la historia. Por otro lado, los sentimientos que se desprenden de mis novelas son también universales: la soledad, la marginación, la injusticia, la esperanza.
¿Están sus personajes obligados a una existencia límite en la que no hay escapatoria?, ¿o queda espacio para el milagro de la salvación?
Todos los personajes de mis novelas viven al límite, por obligación y por necesidad, incluso por resignación. Consideran que sus destinos ya estaban dispuestos de esa forma antes de su nacimiento y que no hay posibilidad de cambiar el orden establecido. A pesar de que esa es la postura que presentan los personajes, no se sabe lo que ocurrirá con ellos hasta el final. Son ellos mismos los que propician cambios con sus decisiones, modificando sus vidas.
El amor es el motivo que los impulsa a huir de la realidad y a arriesgarse a una existencia desconocida, tal vez más dramática.
¿Cómo se vive el amor en una sociedad tan rígida y crítica?
Las historias de amor que viven los personajes se sustentan en lo prohibido. La rigidez de estas sociedades hace que las relaciones y la expresión de los sentimientos estén muy limitadas. Al final, la pasión se abre paso sorteando la censura y con la renuncia a los principios morales heredados. Esos actos de valentía son los que ofrecen esperanza.
Sus historias y sus personajes, salvando las distancias del tiempo, ¿tienen correspondencia en la actualidad?
Por supuesto. Pero yo haría una diferencia entre la sociedad caciquil de aquella época y las actitudes caciquiles de la actualidad. En una sociedad caciquil todos sus miembros aceptan ese estatus y los oprimidos, con excepciones, no sueñan con eliminar la opresión para todos, sino en convertirse en eso que odian: ser el opresor. Ese tipo de sociedad ya no existe en Canarias, pero sí perviven actitudes caciquiles que dominan en distintos ámbitos como el del periodismo, el de la política, la empresa, el del mundo laboral…
¿Son esos personajes vitales y soñadores los que abrirán el camino para tener «una segunda oportunidad sobre la tierra»?
Si mis personajes, a través del mecanismo propio del Realismo mágico, son capaces de imaginar otros mundos, soñar otras realidades, a sabiendas de que la suya resulta incuestionable, creo que esa capacidad es la que podría salvar a nuestra sociedad.
¿Influye su formación periodística a la hora de presentar la realidad?
Cuando uno escribe lo hace con todo lo que es, con todo su bagaje. Seguro que me influye el periodismo pero no estoy pensando en eso cuando trabajo la novela. De lo que sí tengo conciencia es de que mis sentimientos y mi visión del mundo están quedando impresos.
¿La insularidad puede verse también como un castigo?
El hecho de vivir en una isla y en esas condiciones tan duras refuerzan la idea en la huida. Fue así y aunque ahora lo es menos, también afecta.
¿Por qué cree que se mantiene o se permite, ese tipo de poder y control injusto?
Los que en la actualidad sufren las consecuencias de los nuevos caciques, ¿qué sueñan?, ¿quieren cambiar el orden establecido o lo que desean es también poder manipular, ocupar el puesto de esos que ejercen su influencia de manera abusiva?
Nos hacen falta soñadores que piensen otra realidad, que abran caminos hacia la equidad y la justicia.
Los que en la actualidad sufren las consecuencias de los nuevos caciques, ¿qué sueñan?, ¿quieren cambiar el orden establecido o lo que desean es ocupar el puesto de esos que ejercen su influencia de manera abusiva?
¿Diría que a través de sus personajes se logra cierta justicia para el campesino canario, tanto de esa época como al actual?
El término «mago» es despectivo y lo decimos con gracia cuando nos referimos a él con la distancia de no serlo nosotros. No ha sido nunca valorado porque solo se le ha ubicado en el terreno de las costumbres arcaicas y en el de las supersticiones, un tanto sumiso ante el poder de la injusticia. Esa consideración es parcial y no ahonda en la realidad que vivieron nuestros antepasados.
(Me recuerdan sus palabras a un fragmento del ensayo Nuestra América, de José Martí, en el que increpa a sus hermanos latinoamericanos porque se avergüenzan de su madre por llevar delantal indio)
Creo que, para hacer justicia al campesino canario, deberían surgir más novelas de este estilo que denuncien las barbaries a las que fueron sometidas las familias humildes de las islas y cómo lograron superar muchas de esas adversidades. Hay que dignificar sus vidas y entender así las nuestras.
¿Cree que el lector que no conoce la realidad canaria percibe esa intención en sus novelas?
Espero que sí, porque mi intención es destapar un tipo de injusticia que se da en cualquier lugar del mundo con su clave cultural. En el caso de Canarias, nosotros somos hijos de esos personajes, campesinos y caciques. Nuestra sociedad los encuentra lejanos, como si hubieran existido hace cuatrocientos años, pero no es así, apenas han pasado unas cuantas décadas. Es necesario tratar esa etapa de la historia con respeto y objetividad. Yo lo intento a través de la literatura.
¿Qué significa el desierto para Rafael Yanes y por qué se presenta como un espacio donde todo es posible?
Esta novela tenía que haber acabado en el desierto del Sáhara, el verdadero desierto que tuve la suerte de conocer a las afueras del Aaiun, la capital del Sáhara Occidental, de la mano de activistas saharauis. Cuando vi el desierto y viví aquella experiencia, comprendí en toda su magnitud el significado de la dignidad, de la nobleza y de la grandeza de aquellas personas. En aquel paisaje desértico, vi reflejados los valores que defendían, pero al final, los personajes fueron tomando el control de la historia y acabaron como y donde quisieron.
Ha sido profesor, pero sobre todo, ha sido y es una persona dedicada a la política. ¿Es posible para un escritor con su responsabilidad pública, exponer su imaginación con libertad sin temor a que los lectores busquen escudriñar su figura íntima o le juzguen? o ¿no le importa lo que piense el lector?
La literatura requiere de la imaginación para hablar de temas que pueden ser de una realidad brutal, y la política, que es realidad cruda, necesita de la imaginación para encontrar soluciones a problemas cada vez más complejos. Son dos aspectos que parecen contrapuestos pero en el fondo están íntimamente ligados. A la hora de escribir no evito reflejar los problemas sociales que me preocupan y que me mueven en la política, no temo la respuesta del lector, estamos expuestos a juicio todos los días.
Gracias por su tiempo y su atención a todas mis preguntas.