Dice Mark Levy que para escribir no apretemos los dientes, como quien tiene que cumplir con una difícil obligación.
Si tú eres de los que, a veces, sin darte cuenta, terminas apretando los dientes mientras escribes, es posible que estos pasos te ayuden a dejar de hacerlo.
- Piensa en un tema. Si te bloqueas y no te viene ninguno a la cabeza, recurre a tus deseos y esperanzas. Describe algo que te haya inspirado recientemente.
- Prueba a escribir una palabra tras otra, y luego otra y otra… deja fluir la emoción y deslízate por tu pensamiento. No importa lo que digas, abre tu corazón y libérate del miedo a hacerlo mal. Este no será el texto definitivo, no pienses en que alguien lo va a leer, estás ejercitando la imaginación y aquí todo vale.
- Redacta sin esfuerzo, sin volver a leer. Camina con ligereza, pero no des ni un paso atrás.
- No corrijas nada, busca sosiego a tus aspiraciones en cada frase y olvídate de la ortografía.
- Escribe frases cortas y sencillas: sujeto, verbo, complemento… Toma aire y vuelve a sumergirte en las cálidas aguas de la libertad de tu expresión. Respira y escribe. Descansa.
Es difícil prescindir de la autodisciplina, pero recuerda que nadie te observa. En este momento de tu escritura nadie te lee ni te juzga. Mientras escribes sin ley, en total anarquía, ¡siente que eres libre!
Cuando hayas escrito suficiente —lo que decidas que es suficiente—, guarda el texto. El primer ejercicio está hecho. Repite la experiencia tantas veces como desees.
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