«pues mire usted, es que yo el castellano no lo sé pronunciar».
Olga Mesa Jorge, asesora editorial. CulturaliaS
Se cuenta que cuando D. Manuel Alvar, catedrático de Lengua española, nacido en Valencia y formado en Madrid, elaboraba el Atlas lingüístico de Canarias, el ALEICan, a mediados de los años 70, se sorprendió ante la respuesta de un campesino palmero al que entrevistó para su estudio de campo.
Lo primero que hacía D. Manuel, en todas las entrevistas que formaban parte de su investigación, era plantear un cuestionario que repetía con cada uno de los informantes. La pregunta que abría el cuestionario era: «¿Qué idioma habla usted?» y a partir de ahí, le seguían otras cuestiones de interés morfológico, sintáctico, fonético y léxico.
«Español» es un término más amplio para referirse al idioma, admite todas las variedades utilizadas por los casi quinientos millones de hispanohablantes que hay en el mundo y resulta reconocible para cualquier hablante de otra lengua, que puede no saber donde queda Castilla pero sí sabe donde queda España.
Pero a D. Manuel, que ya había elaborado los mapas lingüísticos de otras zonas de la península ibérica, le llamaba la atención la respuesta que daban los canarios a esa primera pregunta: «hablo español», decían. Ninguno le respondió que hablara castellano, por lo que no pudo evitar salirse del guion en esa ocasión y preguntarle al campesino palmero por qué decía él que lo que hablaba era español y no castellano.
La repuesta del campesino ante la duda de D. Manuel fue sencillamente reveladora: «pues mire usted, es que yo el castellano no lo sé pronunciar».
A los hablantes del español de Canarias, como le sucede a los hablantes de español de otras regiones de España y de toda Latinoamérica, esa variedad del español, la castellana, no la sabemos pronunciar, salvo que nos esforcemos por imitarla, probablemente sin mucha suerte, debido a que no ha sido necesario para la comunicación.
Muchos filólogos hemos dado nuestra opinión al respecto, aunque no siempre se tome en consideración el razonamiento puramente lingüístico y práctico que hacemos del tema, libre de prejuicios, políticas e imposiciones, como se debe entender y estudiar el lenguaje y su representación en el habla.
Ninguno de los dos términos son incorrectos, español o castellano podrían utilizarse en según qué casos con el mismo valor, pero si tuviera que decantarme por uno, prefiero decir que el idioma que hablo es español, y que mi lengua materna es la lengua española, porque de esta manera me ajusto a una realidad lingüística con la que me comunico sin dificultad con los casi quinientos millones de hablantes de español que existen en el mundo, no creo confusiones a los hablantes de otros idiomas y utilizo un término reconocido en cualquier país que no sabe donde queda Castilla pero sí España. Es un término genérico que recoge todas las variedades y variantes que enriquecen el idioma y no se limita a las de una zona geográfica concreta como lo es Castilla.
Otra cosa es el interés nada lingüístico que pueda suscitar el mantener vivo este debate. Desavenencias surgidas desde los tiempos del reino que fuera Castilla, con las razones que le ha dado la historia, como se las da a las Glosas Emilianenses y al monasterio de San Millán de la Cogolla, allá por tierras riojanas.
Vamos, que lo que es hablar, hablar, a estas alturas de la lengua, no es que no hablemos castellano, pero lo que sí hablamos es español.